Llegaste a la casa después de largas discusiones: yo quería un perro, mi mamá insistía en que sólo aceptaría a una chihuahua, yo le decía que esos perritos me parecían feos y ella insistía en que después de tener uno de esa raza me enamoraría.
Se acercaba mi cumpleaños número 18 y llegué a la tienda a preguntar si tenían chihuahuas hembritas, el chamo de la tienda me dijo que no, pero que tenía una camada y que si los quería ver, abrió esa jaula maravillosa de la que salieron ustedes. Tus hermanitos se dispersaron, pero tú caminaste hacia a mi decidido y te me echaste en los pies, yo te cargué, tú me lamiste la nariz impregnándome con tu aliento de cachorro y lloraste mientras te metías en mi cuello. Mi mamá quería una hembra, y yo sentencié: "ay mami míralo, está llorando para que me lo lleve a la casa" y mi mamá no pudo decir que no. Esa frase fue motivo de chistes durante años, porque nunca dejaste de ser llorón. Ese día comenzó nuestra historia.
Naciste en San Cristóbal, así que a veces te échabamos broma y te decíamos que seguro eras un colombiano reencauchado. Llegaste a la casa como una pulga flaquita y mal cuidada, pero te bañamos y te pusimos bonito. Tuviste varios nombres que no te convencieron, hasta que te dijimos "Romeo" y prestaste atención, hasta el nombre terminaste escogiéndolo tú.
Los primeros días, mi mamá giró instrucciones expresas: el perro no duerme en la cama y mientras se acostumbra a orinar en el periódico, se queda en su casita en el baño. Pero tú llorabas y a mi me daba dolor, además a las horas ya te quería como si tuviéramos toda la vida juntos. Entonces yo esperaba a que mi mamá se durmiera, te buscaba y te montaba en mi cama, te acurrucabas en mi cuello y yo, casi como las mujeres recién paridas, me paraba cada dos horas a llevarte al periódico para que no te orinaras la cama, porque ahí nos hubiesen descubierto. Yo me sentaba como un zombie en la poceta, mientras tú hacías cualquier cosa menos pipí, y yo te insistía "vamos a hacer pipí en el periódico", hasta que te convencías y podíamos volver a dormir. Esa lucha duró como un mes, luego de eso, ya eras el dueño y señor de las camas y nuestros corazones.
Yo soy hija única y para ese entonces era más que tímida, pero tú y yo nos hicimos panas rapidito, te metía en un morral y te cargaba de zarcillo, al poco tiempo ya ibas conmigo a la universidad casi todos los viernes, corrías por la grama y te quedabas tranquilito en clase. Pronto te ganaste el afecto de todos y aquella profesora bonachona pasaba lista y preguntaba por tí, si no estabas presente, preguntaba qué había pasado. Te llegó a tener tanto afecto, que fuiste el invitado especial de la parrilla de fin de año, y corriste libre por el aeropuerto de La Carlota, también comiste carne hasta que te cansaste ese día.
Una amiga tenía un jardín con rosales y para tí eso era como un estadio de fútbol, cada vez que te llevaba a su casa corrías con una alegría y agilidad inusitadas, con tus 20cm de tamaño, brincabas por encima de las flores, te revolcabas en la grama. ¡Eras un adolescente feliz! Mi mamá te enseñaba con amor y te ponía reglas, mientras yo te malcriaba en demasía, pero aprendiste a respetarme. Conocías mi silbido y el sonido de mis palmas, y yo sabía que podía dejarte correr sin correa porque a cualquiera de esos dos sonidos volverías de inmediato.
Eras un cazador en miniatura, más de un tuqueque te comiste, mi mamá descubrió que te gustaban las mariposas y te mal acostumbró, si alguna estaba en el techo, tú se la pedías y ella la atrapaba para tí. A veces por maldad te decía "Mira la mariposa" y tú te quedabas mirando con carita de engañado. A mi nadie me dijo que el chocolate era dañino para los perros y cuanto chocolate comía lo compartí contigo ¿te acuerdas mi amor cómo me ponía el pirulín en la boca y cada uno comía por un extremo? yo me acuerdo de tu carita cuando esa palabra se pronunciaba en la casa ¡te volvías loco!
Eras un perro inteligente como pocos, pero nunca quisiste dar la pata. Sin embargo, te gustaba que te cargara y te bailara al ritmo de un merengue en la sala. Aprendiste a hacerte el dormido cuando mi mamá te cargaba como un bebé y te decía "duérmete mi bebé". Aprendiste a contar y si yo te decía, dame tres besos, esa era exactamente la cantidad de lamidas que recibía. Fuiste tan inteligente que en el último año entendiste que si te daba incontinencia en la noche, podías orinar en el centro de cama. Hasta aprendiste a fingirte paralítico si te regañábamos, por esas cosas hubo quien decía que seguramente leías el periódico antes de orinarte en él.
Mi abuela y tú fueron un asunto particular: A ella no le gustaban los perros, pero le encantabas tú, a tí te caía muy bien todo el mundo, menos ella. Entonces ella te chantajeaba con queso y otras cosas, tú te montabas en su cama, le comías la comida y te bajabas. Pero fuiste tan especial, que cuando ella se murió, tú te montaste en su cama y comenzaste a aullar, cinco minutos después recibimos la llamada de la clínica. En la familia tenías muchos detractores, pero conquistaste corazones cuando te vieron secándole las lágrimas a mi mamá.
Cuando tuviste tu encuentro amoroso con la mamá de Julieta, yo estaba en Morrocoy, mi mamá te dejó en esa casa una noche y apenas te buscó, te bañó. Tú te enfureciste con ella y no la querías tratar, decía mi abuela que era porque te habían quitado el gustico. De aquel encuentro nos regalaste a esa miniatura malhumorada y dulce que eres tú, pero más joven y más pequeña.
Siempre fuiste pícaro y ladrón, cuando mi mamá llegaba del trabajo ponía la cartera en la cama y tú te metías completico adentro, si ella te dejaba le sacabas todo lo que estuviera ahí, aunque fuera más grande que tú. Y si nos traía chocolate eras el primero en darte cuenta. Eras tan ladrón que te metías en bolsos, gavetas, closets, donde fuera. Nunca olvidaré como el día antes de mi viaje de graduación te robaste mi cartera y yo pasé desesperada un par de horas, pensando que me había quedado sin cédula y sin tarjetas, hasta que miré en tu casa y ahí estaba. Por esas cosas mi abuela decía que eras un hampón. Chico ¿y cómo no considerarte ladrón si una vez con una agilidad increíble le robaste a un tío una chuleta de chivo de la parrilla que tenía montada? En ese mismo viaje, un perro grande se le acercó a Julieta y tú te metiste en el medio, echándola para atrás, como calmándola y también para defenderla.
Eras un tipo pana y amigable, no ladrabas ni para defender tus juguetes, siempre estabas de buenas, hasta que te pusiste viejo. Mis amigos decían que seguramente eras marihuanero, todo el mundo te quería por simpaticón y salido, pero cuando me operaron el brazo te pasaste un montón de días en mi cama sin muchas ganas de que nadie se acercara a ella. Estudiamos derecho juntos ¿te acuerdas? te echabas al ladito mío con el ocico en mis guías, mientras yo me desvelaba, y cuando pasaba mucho tiempo sin prestarte atención, me mordías el resaltador y yo te decía que me ibas a hacer rayar la materia. Cuando estaba por graduarme, no faltó el compañero que dijo que teníamos que mandarte a hacer tu toga y birrete, porque tú también eras abogado.
Tenías una obsesión con mi pijama y mi ropa sucia, lo que yo me quitara, era para ti una cama lista para ser ocupada. Y tenía yo que pelear contigo: gordo dame el lado de la cama, gordo dame la almohada, gordo dame la pijama, gordo quítate de la camisa que la tengo que meter en la ropa sucia. Perdóname la sinceridad, pero también eras un acosador ¿sabes? te juro que nunca pensé escaparme por el inodoro de la ducha, no había necesidad de que me montaras guardia en la alfombra, ni de que me asomaras la cabeza a ver si seguía ahí. Me perseguías como una sombra, y en las noches yo te hablaba y tú me mirabas. Yo te fastidiaba, te mordía, jugaba contigo a tu nivel, nunca necesitamos de palabras y relaciones de poder, nosotros éramos un par de compinches que nos amábamos y respetábamos mutuamente. Nos entendíamos, si hacías algo mal yo te miraba y ya tú sabías, si me pasaba algo tú me acompañabas. Desarrollamos una sincronía tal que dormíamos en la misma posición y siempre con nuestros cuerpos juntos ¡eras mi costillita pues!
Tenías una paciencia envidiable, siempre te portabas bien cuando salías comigo, las veces que te llevé a la playa te revolcabas en la arena y te encantaba meterte al mar conmigo, jugábamos a saltar las olas y tú cuando ellas venían cerrabas los ojitos, pero cuando se iban me lamías. Yo creía que te asustabas y te dejaba afuera, pero entonces llorabas para que te metiera. Cuando Julieta crecía, te fastidiaba y te fastidiaba, incansablemente, te robaba los espacios, los juguetes, te regañaba ¡y tú tranquilazo como si fueras un Buda! Creo que la llegada de Otelo fue un alivio para tí, porque entre ellos se entendían y tú comenzaste a verlos desde la distancia, como diciendo: al fin puedo envejecer en paz.
Con los años, te pusiste antipático con mi mamá. Y lo que son las paradojas de la vida papi, ella fue quien te acompañó hasta el final, y tú de antipático le torcías los ojos, le tirabas a morder cuando dormíamos juntos y ella te quería sacar de la cama. Y yo tanto que te pedí que te portaras bien, que me la cuidaras, pero como todo viejo te fuiste poniendo mañoso y caprichoso ¡siempre hiciste lo que te dio la gana! Ella te hacía morisquetas y tú te molestabas, todavía me río pensando en eso ¿es que acaso sabías que las morisquetas eran una forma de burla? Ella te ofrecía café porque sabía que no te gustaba, pero eso sí, el día que se partió una de sus botellas de whisky saliste desesperado a lamerla del piso. Tan maluco que te pusiste con ella que te enseñó a llevar cosas de un lado para otro -como cuando nos mandábamos cajas de cigarros del cuarto a la sala-, que te llevaba al periódico los sábados por la mañana para que no me despertaras y yo me pusiera de mal humor, ella que te decía "anda a despertar a la Lyce". Ella que te cuidó tanto, por tí y por mi.
El día que me fui del país te despediste de mí con aullidos, no hubo manera de que la misma frase de siempre, ese "vete para tu casa que me voy a trabajar" te convenciera de quedarte quieto, llorabas y te me pegabas, te negabas a dejarme ir, como quien sabe que ese era un viaje largo. Cuando volví de vacaciones, la última vez que te ví, te metiste a registrarme la maleta mientras lloriqueabas, hoy estaba viendo ese video y me daba tanto sentimiento. En ese viaje, fuiste más pegostico que nunca, ya no podía ni dejarte en la cama para ir al baño porque te desesperabas. Yo salí del país hace dos años, pero no pasé un sólo día sin recordarte, ni una sola noche sin extrañarte antes de ir a dormir.
En fin, fuiste el mejor amigo que he tenido en mi vida, nos acoplamos en una dinámica que era solo nuestra, fuimos panas, compinches, fuiste mi confidente, mi compañero, me cuidaste, nos hiciste reír, nos hiciste molestar ¡Como tú no hay dos negrito lindo! Como tú no hay dos. Llegaste como un terremotico, ágil y tremendo, pero increíblemente dócil y leal, te fui viendo ponerte blanco con los años, perder facultades, cuando dejaste de bajar las escaleras solito, volvimos a los primeros años, sólo que esta vez, tú llorabas a media noche y a mi me tocaba bajarte hasta el periódico, yo me dormía en la escalera, mientras tú pacientemente hacías todo menos pipí, hasta que yo me molestaba y ahí sí orinabas rapidito ¡siempre fuiste una cosa seria! ¡mi cosa seria!
Esta debe ser la carta más larga que yo le haya escrito a alguien en mi vida, pero te mereces mucho más que eso. Fueron 13 años viejito, eso es casi la mitad de mi vida, pasarán los años y siempre te recordaré como el tipo más pana que haya conocido y sobre todo, como el perro más leal que haya tenido. Descansa en paz, disfruta el cielo de los perros, come lo que quieras y haz lo que te provoque, porque te lo mereces. Espérame gordito, que cuando me llegue la hora te voy a silbar como antes y nos reuniremos de nuevo. De mi cumpleaños 18 a mi cumpleaños 31, te doy las gracias por cada segundo que me regalaste. Mi mamá, Otelo, Julieta y yo te queremos.
Y no te olvides papito que "uno es responsable para siempre de aquello que ha domesticado". Tú de mí y yo de tí, y aunque la gente piense otra cosa, aquí la domesticada soy yo.
¡Te amaré siempre!
Tu humana,
La Lyce