Nada hay en tí que yo ame

Nada hay en tí que yo ame,
salvo la inmensidad de tus caderas
o el aliento que retienes para besar
y quizástu cabello desatado al viento.
Tal vez me guste un poco tu perfil intacto
o tus pies diminutos como dos tucusitos,
quizás tu olor a selva,
tus muslos gruesos, tus manos tibias en mi pecho.
Puede que tu mirada profunda
despierte en mí un interés ciego,
puede también que yo caiga en tu ombligo
para renovarme siempre
o que desmaye al sentir tu lengua de hiel
explorando mi boca incansablemente.
Es probable que sueñe despierta con tus palabras,
con el murmullo de tu voz, tu espalda y tus dedos,
quizás un día caiga sin fin en la fosa
que me abren tus brazos,
en tu barbilla hermosa que comienza el mundo
o en tu nariz fina, pluma de un ave pequeña
-lugar sagrado en que caen mis besos más tiernos-.
No hay nada en tí que yo ame
porque separadamente todo es imperfecto,
pero te tomo en mis manos y uno tus partes,
las trato con cuidado, las rocío con calor,
con tiempo, y te vas formando completamente.
Allí te amo por todo lo que eres,
uno cada engranaje que te integra
¿qué puede hacer una simple mortal como yo al verte,
sino amar tu perfección terrenal mil veces?.

LYCETTE SCOTT