Debo confesar que al iniciar mis estudios en la carrera de derecho, no estaba muy convencida de hacerlo, algo dentro de mí siempre me hizo sentir que ese no era el lugar al cual yo pertenecía. En el camino de mis estudios encontré personas maravillosas y otras no tanto, pero de todas esas hay tres a las cuales siempre recordaré porque gracias a ellas aprendí a ver mi carrera como una herramienta para hacer cosas positivas y, consecuentemente, enamorarme de algunas áreas de su ejercicio:
1.- Mi profesora de Derecho a un Juicio Justo: Una agradable y joven fiscal de derechos humanos que más que profesora fue amiga y que fuera la artífice de este amor por los DDHH que hoy profeso, un año realizando actividades teóricas y prácticas, fueron suficientes para saber que todos tenemos derecho a ser tratados con igualdad, como seres humanos y que nadie debe menoscabarnos por ser distintos, ni mucho menos negarnos nuestros derechos. No recuerdo su nombre, pero tengo su cara en mi mente como una fotografía y, sobre todo, jamás olvidaré las cosas que aprendí con ella.
2.- Tamara Adrián: No, ella nunca me dio clases, aunque durante una época solía entrar a sus clases como oyente. Ella, la distinta, la "rara", es una mujer que tenía un ritmo sabroso durante sus lecciones, embelesaba a sus alumnos convertidos en esponjas del conocimiento. De ella aprendí que en la vida no hay nada que sea lo suficientemente fuerte como para derrumbarnos y que la única persona que tiene el poder de alejarnos de nuestros sueños, somos nosotros mismos. Una mujer que ha luchado contra el mundo, imponiéndose frente a éste y alcanzando unos logros académicos y profesionales que, sin duda alguna, son un ejemplo a seguir.
3.- Elsa Garantón: Esta dulce y encantadora señora que hoy en día transita por su séptima década, me dejó las que quizá han sido las mejores lecciones que he podido aprender. Entendí que el derecho no puede, ni debe ser un círculo para mercantilistas, sino que debe ser social, que nunca podemos olvidar que los abogados somos servidores que juramos defender la constitución y las leyes, pero sobre éstas, la justicia y la equidad.
Esta dulce y encantadora señora a quien cada año recuerdo el día del abogado, me mostró una cara humana del ejercicio profesional, el ejercicio para servir a los demás, para ayudar, para construir un país sobre las mejores bases y que el ejercicio ético de la profesión traerá consigo un buen sabor de boca y el ansiado éxito. El dinero no puede ser la meta, es algo que llegará como una consecuencia.
Una mujer conocedora de las artes y las letras, la poesía, la pintura, la escultura, una persona ácida y dulce, pero sobre todo, una dama, porque es humana como pocas, alguien que siempre supo mantener su ego a raya y que siempre se preocupa por el bienestar y éxito ajenos, no sólo desde un estatus mental, sino en la práctica, en su día a día. Ella fue y sigue siendo, mi gran mentora.
Así pues, que si en este día del abogado tuviera algo que pedir, serían las siguientes cosas: La habilidad de mi profesora de DDHH para transmitir el amor por un área de conocimientos, la valentía de Tamara para luchar aún cuando todo parezca en contra, y la fuerza de carácter de Elsa para poner siempre en práctica mis valores y principios, sin dejar jamás de ser profundamente humana.
FELIZ DÍA DEL ABOGADO
"Vivir honestamente, no dañar a otros y dar a cada quien lo que le corresponde"
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