Eso fuimos: un segundo.
Breves como un suspiro,
perennes como las penas del pobre.
Nada nos respetó aquel sentido de pertenencia,
nuestra certeza de amor ciego,
la seguridad de las ataduras.
¡Todo nos atropelló como un huracán!
El tiempo, la costumbre, la inmadurez,
el deseo de explorar la vida,
ignorando que estábamos en nuestro mejor rumbo.
¡Todo nos azotó en las sienes!
Maestra vida con su prisa insospechada,
algo que incitaba a continuar,
destino azaroso que se revuelca en los sueños,
mística perdida del encantamiento,
tensa pausa de este momento que fue una vez.
¡Todo nos aplastó como ruinas desplomadas!
Cuándo ha sido el amor constante,
en qué beso hemos permanecido,
sobre qué cuerpo hemos llorado,
qué intimidades nos han poseído,
cuánta humedad nos ha abrigado.
¡Todo nos arrastra como un deseo incontrolable!
Mundo, prisa, sueños, besos,
tiempos, caricias, amores, deseos,
caras, ojos, piernas, cuellos,
aquel segundo que terminó siendo un deshecho,
una basura, un trasto viejo.
¡Todo nos asfixió como la fetidez del botadero!
Qué tal si de tanto encontrarnos
en este ir y venir de casualidades descomedidas,
por casualidad algún día,
decidiéramos conjugar el verbo
... Y reciclarnos.
Lycette Scott
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