31 de octubre de 2013

Eucaristía

Siempre hubo un momento
(justo antes de morir un orgasmo)
que estuvo reservado para desearte.
Porque esa explosión no fue partida en tus manos,
porque no nació de tus ventanas castañas,
porque nada provino de tus curvas perfectas,
porque no era una muerte súbita en tus caderas.
Porque no vivía en la suavidad de tu levísimo sobrepeso,
porque el llanto brotaba desde unas manos pequeñas provocadoras de placer, que no eran las tuyas,
porque el muslo grueso que se aferraba a mi espalda no tenía sabor a tí,
porque en esta cama no había conjunción de almas.
Porque de aquel sexo no emanaba un néctar medicinal curador de penas,
porque no podía amarla a ella que no sabía a pecado original, a mi verdad primera,
porque su ombligo era un purgatorio sin tu perfume,
porque nada redime estos huesos cansados como la eucaristía que hallaba en tí.

LYCETTE SCOTT

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